San Pedro con hacha de carnicero, con hacha normal y con alfanje paseando y leyendo.
El domingo pasado, 21 de marzo, me enteré por
Ana , que iba a haber una misa homenaje a Monseñor Romero en la iglesia de San Pedro Mártir, yo hace siglos que no he ido a una misa, no en vano soy atea, pero no dudé un segundo en decir ¡Vamos! y es que aunque yo no viví la guerra de El Salvador y soy más mexicana que salvadoreña, siempre he admirado a Monseñor Romero por haber sido un hombre íntegro y bueno, coherente con las enseñanzas de su Iglesia de la que era representante (Como admiro a Samuel Ruiz y a Raúl Vera), y es que en la Iglesia católica parece que es más importante el dinero y el poder que el ayudar a la gente, son pocos los sacerdotes que entienden sobre justicia y amor al prójimo. De ellos deberían aprender la mayoría de nuestros obispos y uno que otro cardenal (saben de quienes hablo) que son hombres indignos de conductas y acciones indignantes.
A monseñor lo asesinaron hace 30 años, dando misa en San Salvador, por el pecado de estar de parte de la gente y no del gobierno, a Samuel Ruiz lo "jubilaron" desde el Vaticano por la misma razón y a Raúl Vera lo desterraron a Saltillo pensando que allá en el norte reseco y desértico no iba a tener mucho que hacer, pero él ha seguido denunciando los abusos y crímenes del ejército durante todo el tiempo que lleva allá y que claro, últimamente se han intensificado por la cantidad de soldados que ha mandado Calderón al norte.
Yo no sabía porqué era en San Pedro Mártir que se iba a oficiar la misa a Monseñor Romero, pero me enteré durante ésta que el cura de esa parroquia trabajó con monseñor unos años allá en El Salvador y que aprendió de él el amor al prójimo y la lucha por la justicia y ahora cada año hace una misa dedicada al sacerdote asesinado.
No había muchos salvadoreños, tal vez una veintena, el embajador, el cónsul, algún periodista, una monja muy encantadora que llevaba como reliquia el pañuelo ensangrentado de Monseñor, el cual besaron todas las beatas de la parroquia.
Nunca he entendido esa fijación de los católicos por venerar dedos cortados, orejas, dientes, momias, trapos ensangrentados y demás cosas que resultan bastante siniestras, pero bueno, allá ellos.
Después de la misa el padre hizo un convivio en su casa y allí tuvimos opotunidad de platicar con más salvadoreños, varios que se refugiaron en México por ser perseguidos políticos durante la guerra y que ya hicieron aquí su vida. Nos sirvieron una barbacoa estupeda y un mole delicioso.